domingo, 20 de octubre de 2013

El velatorio



Cuando murió el tío Pedro, que según  comentaban los vecinos, apareció muerto en la cama de Carmina, una vecina soltera del pueblo, tenía yo nueve años. Lo velábamos en su casa de la aldea. Era mi primer velatorio y lo pasé bien, al poco de llegar rezaron el rosario, yo no, luego a eso de las doce de la noche, la tía María, la mujer del tío Pedro, acercándose a la caja del muerto que estaba destapada dijo: Está muy guapo, como si estuviera dormido.

Después repartió copas y las llenó de orujo, a mi me dieron de anís, también comimos manzanas. El calor de las primeras copas de orujo, hizo que todos comenzaran a hablar y a contar chistes, al tiempo que el líquido de la botella bajaba cada vez más, tuvieron que abrir otras dos.


Los hombres, cuando la tía María no estaba presente, contaban chistes de Pedro y de Carmina, que vaya muerte más feliz encima de su amante. Se reían todos mucho, aquello parecía una romería, yo viendo tanto jaleo y tantas risas, me acerqué a la caja del muerto y vaya desengaño, el único que no se reía era… el tío Pedro.

José Ramón López Goyos
(Justas Literarias 2012)

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